La principal función y lo primero que se busca en todo casco de ciclismo es la protección. Llevar en tu cabeza un casco que no proteja lo suficiente no sirve de nada. Afortunadamente, en el ciclismo actual se ha llegado a una concienciación notable por parte de los usuarios de la importancia de llevar casco cuando se sube a la bicicleta. Los lectores más veteranos seguro que recuerdan, no hace tantos años, a los ciclistas del pelotón profesional de carretera participar en las carreras con la llamada “chichonera”, que era más bien una gorra que no ofrecía protección. Eso, a día de hoy, como es normal, está visto como una temeridad y una locura. Es un ejemplo de todo lo que se ha avanzado en este sentido, empezando por el ciclismo profesional y llevándolo a los ciclistas aficionados, siendo el casco en un elemento esencial para salir a rodar.
No obstante, esta insistencia por el uso del casco en todas las situaciones y la concienciación de que te puede salvar la vida debe estar siempre muy presente en el ciclismo. Y esto empieza desde el momento de la elección. En primer lugar, debes conocer que existe una normativa europea en materia de seguridad y equipos de protección individual: EN 1078. Esta normativa certifica que los cascos son aptos en cuanto a los materiales que están en contacto con la piel, los requisitos de construcción y nivel de absorción de impactos, campo de visión adecuado y sistema de sujeción. Otra característica muy importante para absorción de impactos es el hecho de que incorporen la tecnología In-Mould o doble In-Mould en su fabricación, que asegura una mejor protección.
Por tanto, siempre debes comprobar que cumple con estos requisitos y está totalmente preparado para protegerte en caso de caída y absorber el impacto adecuadamente. Además, en un casco de montaña, donde las caídas pueden ser en lugares con rocas, árboles...es importante que el casco tenga algunas puntos reforzados, como la zona de la nuca.
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